AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



domingo, 24 de enero de 2021

Una neurocientífica se asusta, pero todo termina bien

Leyendo el libro de Sherry Turkle Reclaiming Conversation. The Power of Talk in a Digital Age (En defensa de la conversación) me encontré con la historia de Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts. Maryanne llevaba años estudiando la fractura en la capacidad de atención de los alumnos universitarios como resultado de la exposición continua a las pantallas. No se notaba personalmente afectada por el fenómeno, hasta que una tarde se sentó a leer El juego de los abalorios, de Herman Hesse, uno de sus autores favoritos. Descubrió que se le hacía imposible centrarse en el libro. Entró en pánico, ¿sería irrecuperable la atención de la que siempre había disfrutado en la lectura literaria, y que ahora no encontraba como resultado de su continua actividad online? Le llevó dos semanas de esfuerzo sostenido recuperar el hábito de lectura profunda que pide la literatura más valiosa, incompatible con la atención escindida propia de la multitarea. Como neurocientífica encontró explicación y esperanza en su propio campo: por su plasticidad, el cerebro organiza su forma según las actividades en que la persona se implica; este modelado facilita la ejecución de esas actividades, pero no de otras, que piden otro. Nunca es tarde -pero tampoco sin esfuerzo- para recobrar hábitos que remodelarán el cerebro, de modo que la base neurobiológica facilite la atención en la lectura. Experiencia de leer, que nunca agradeceremos suficientemente a tantos siglos de esfuerzo y desarrollo.

Física, biología, libertad, ilusión: misterio humano, riqueza insustituible.