Saxo y trompeta (sobre una foto de la Sant Andreu Jazz Band), JM Mora Fandos
I
"Léisenyénelmenuisórieueueueueueuelándinsevíleueueueueueueueueuemálagárpor"... No, no hizo falta la traducción consecutiva: tras media hora sobrevolando el aeropuerto de Sevilla por las nieblas, habíamos desarrollado un carisma para lo inefable, y pudimos interpretar el arcano sin margen para la discusión erudita: Málaga nos esperaría con los brazos abiertos. Y así fue. Un bonito trayecto en autobús, que me permitió conocer un paisaje hasta ahora desconocido.
Javier Sánchez Menéndez, mi gran anfitrión del día, hizo que todo fuera cordial y fluido, como la buena vida. Sevilla, al lado sur de las neblinas, otra vez inconmensurable. Y a las 7:30, Casa del Libro, llega algún amigo, pongo la caña del saxo a remojo, llegan más amigos, acaricio con mano de papá la espléndida chaqueta de diseño que Siltolá le puso a Tan bella, tan cerca, ... Victoria León me trae su traducción de Tipos diversos, Chesterton, en Espuela de Plata, que a la mañana siguiente leo tan a gusto hasta el tercer tipo bajo la pérgola sobre un laguito que hay en el parque de María Luisa. Enrique y Leonor, tan radiantes y tan papás, que daba gusto verlos. Un fuerte abrazo para Enrique Baltanás -él no sabe que mi actual peinado se lo debo a él-, y yo más contento que unas pascuas. Y José María Jurado, a quien ya tenía ganas de saludar en carne mortal, y Juan Antonio González Romano -otro de mis espectros digitales que necesitaba encarnación-, con quienes disfruté tanto conversando en la cena. Ah, y Marie Christine del Castillo, que tan gentilmente me trajo un ejemplar de TBTC para que lo se lo dedicara con una japonería a su hijo. Y Rafael Suárez Plácido, que es del capítulo II de esta croniquilla. Bueno, y que no me olvide de Abel Feu, cuyo mimo extremado está en cada página del librito. Y que me perdone quien no recuerde ahora mismo.
Enrique G-M puso la buena temperatura, y la pista de despegue -sin referencia a lo de Málaga- a mi ultraligero, que divagó como suele hacer, contando anecdotillas, algo del making-of, y sobrevolando en círculo cada una de las preguntas que hubo: la interesantísima de Enrique B, sobre identidad narrativa y el apunte tan luminoso de EGM sobre "Nel mezzo del cammin di nostra vita" y la necesidad de contarse a uno mismo; y la de José Miguel, a quien no pude saludar al terminar el acto, sobre el valor cognoscitivo del arte -o eso respondí yo-, la de Juanjo, que no recuerdo ahora -perdón- y creo que alguna más... A mí me pasa lo que Rousseau decía de la escritura de las cartas de amor: que se comienzan sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho. Luego unos temas al saxo, dibujetes y una copa de cava a la que nos invitó tan amablemente Manuel de Medio.
Y como colofón, el agradable rato de cervezas y amistad. Por todo, todo, todo muchas gracias, Javier.
Y pasó la tarde, y llegó la mañana: día primero.
II
Mis anfitriones de este segundo día fueron José Luis Piquero y Rafael Suárez Plácido. Sevilla nos bendijo con un sol suficiente y con la amistad. Yo, encantado de las cañas en la puerta de Jeréz, y enfrente de la Universidad. La conversación fluía, como la buena vida, cordial. Libros, poemas, poetas, películas... ya en la terraza del restaurante, Rafa puso las palabras sobre algún horizonte metafísico; tuve que abandonar las chuletillas y tomar impulso para que mi ultraligero surcase de nuevo los espacios, pero José Luis me recordaba -flanqueado por la Ribera del Duero en toda su extensión- que algo más inmediato me esperaba en la copa. Así que no nos pudimos quejar -al menos yo-: hubo de metafísico y de más físico. Nuestro vicio por los libros no tardó en salir. Rafa apuntó que había visto una traducción del Preludio de Wordsworth, en una librería por Los Remedios. José Luis estaba algo renuente a una excursión a aquellas horas. Pero la expedición valió la pena, convinimos finalmente. Yo lo llamo Providencia.
Y luego un café, dedicatorias de TBTC con dibujete. José Luis ya me había regalado una traducción suya de tres cuentos románticos de Fitzgerald, que no tardaré en leer... Jo, se nos había ido la tarde, y yo que quería haber tocado el saxo por el centro histórico sevillano, y que Rafa y José Luis se solazasen al último solecillo al son de una bossa nova...
Bueno, detallazo de llevada al aeropuerto, mientras escuchamos a un tal Josh Rouse (?), heterogéneo e interesante como la vida misma. Despedidas, "Volveré", como MacArthur.
Yo estaba dispuesto a aterrizar en Barcelona, y luego a un periplo busero por la Tarraconensis. Me traía tantas cosas buenas para leer, y recordar... Pero no hubo suerte.