I.
254. Remedios para
acabar con el mal aliento proveniente de algunos alimentos.
Para que el puerro
partido no desprenda olores repugnantes, sigue mi consejo y come una cebolla
inmediatamente después del puerro. Y si de nuevo quieres librarte del mal olor
de la cebolla, masticar ajos fácilmente te lo conseguirá. Pero si tu aliento
todavía es ofensivo incluso después de los ajos, o nada o sólo la mierda puede
quitarlo.
Acaba de salir esta primera traducción al castellano —en
edición crítica de Concepción Cabrillana— de los epigramas de Tomás Moro. El próximo
22 de junio se celebra la fiesta de Moro como santo mártir. Un mártir epigramático
y guasón tiene su qué. Este libro bien lo demuestra.
II.
74. La paciencia.
Soporta las
tristezas que sufres. La fortuna disipará tu tristeza. Y si no lo hace la
fortuna, lo hará la muerte.
Hay una sabiduría, principalmente estoica, en estos
epigramas de Moro. El estoicismo es una filosofía del estómago, en el sentido
en que decimos: “Hay que tener estómago para aguantar eso”, porque de eso se
trataba en la Roma clásica, de aguantar. En un mundo de tiranos, de ausencia de
la idea de persona tal como el cristianismo luego va a forjar, el estoicismo venía
a ser lo más sensato —si no se podía vivir indefinidamente en la contemplación
del mundo de las ideas, o haciendo ciencia en la corte del emperador—. Es una
filosofía ampliamente social, tiene su germen de democracia. Posiblemente, lo
más humano a mano. Y los humanistas del Renacimiento lo van a asumir,
necesariamente. Moro asume la sabiduría clásica como base humana: sus virtudes
cardinales, su sentido realista, su capacidad de observación del mundo, su
constatación de lo asombroso, la relatividad de todo a la muerte, la prontitud
para la renuncia y la resiliencia, la indiferencia frente a los vaivenes de la
Fortuna… Pero es una asunción, una introducción
en algo más grande que acaba de darle sentido: el cristianismo, que distingue
entre temores malos y buenos, espolea la esperanza y fomenta así las empresas y alegrías más
altas. Se cancela el fatalismo (el estoicismo aparece originariamente en Atenas
como filosofía que procede de oriente).
Y los tiempos renacentistas tampoco se quedaban cortos en
ciertas prácticas civilizadas de dilatada tradición clásica —conviene
desmitificar un tanto, o situar en su justo alcance, aquellas ilustraciones
atenienses y romanas—, como desmembrar al criminal por orden gubernativa y
colgar los cuartos a las puertas de la ciudad para aviso de caminantes o en la
plaza pública a modo de pedagogía social. Como lee el buscón Pablos en la carta
de su tío, verdugo con plaza en Segovia, donde cuenta que le cupo ajusticiar al
padre del muchacho y que tras ahorcarlo a la vista de la gente, “Hícele
cuartos, y dile por sepultura los caminos”.
III.
110. La vida del
tirano es inquieta
Gran preocupación
agota el día del gran tirano; por la noche llega el descanso, si es que llega. Pero
los tiranos no descansan más cómodamente en una blanca cama de lo que lo hace
el pobre en el duro suelo. Así que, tirano, la parte más feliz de tu vida es
esa en la que, con todo, quieres ser igual que un mendigo.
Séneca es posiblemente el filósofo de referencia en la
Inglaterra renacentista; y sus tragedias son el modelo del dramaturgo Kyd, y
algo más que un modelo para cuando Shakespeare venga a escribir sus tragedias.
Los convulsos años isabelinos invitaban al hombre cultivado al retiro de su mundo
interior, del mismo modo que Séneca respiraría hondo cada tarde al llegar a su
casa, tras despachar en palacio con Calígula. Menudo angelito. Todo se tambalea.
Tomás Moro, con el affaire Enrique VIII, es el último en
asumir el mundo fatalista estoico en la perspectiva cristiana. Tras él, el
poder político comienza a oscurecer el punto de fuga trascendente. La cultura
es un terreno peligroso. La tragedia es el género teatral estrella.
IV.
52. Sobre un juicio
gracioso. Del griego.
Tiene lugar una disputa;
el acusado era sordo y sordo era el demandante. También el juez era más sordo
que los otros dos. El demandante pide la renta por una casa, cumplido ya el
quinto mes. El acusado replica: “mi molino ha estado moliendo toda la noche”.
El juez los mira y pregunta: “¿por qué disputáis? ¿No tenéis la misma madre?
Mantenedla los dos”.
Quizás el epigrama, el espíritu del epigrama, subsiste hoy
en la publicidad, donde se encuentra tantas veces la ironía, la concisión, el
doble sentido. Y también en el microrrelato, con su rauda narración, su final
sorpresivo, su naturaleza chistosa. Y aún podría ser en un twitt, aunque, la
verdad, no es fácil encontrarlos allí.
Epigramas, Tomás Moro. Madrid, Rialp, 2012.
Twitter tampoco es mala escuela para epigramas, a veces tan corrosivos como ese primero que destacas, o el último. Por cierto ambos, sobre todo el último de rabiosa actualidad.
ResponderEliminarQuiero decir, encontrarlos.
EliminarNo es mala escuela, no, Amando; lo difícil es leerlos. Gracias.
ResponderEliminarQuiero decir, encontrarlos en Twitter.
ResponderEliminarHola, José Manuel, me ha hecho mucha gracia esa faceta simpática de Tomás Moro, con sus remedios para mitigar la halitosis, a cada cual, peor. Y bueno, sí, el estoicismo puede que fuese la única salida a aquella sociedad de fieras que gobernaba el mundo antiguo, y a la cual el cristianismo quiso poner fin, aunque sin lograrlo, porque también algunos sectores cristianos, de ulteriores épocas, se comportaron como fieras, y si no, baste ver los desaguisados cometidos por las Cruzadas, el Santo Oficio o las represiones al protestantismo, y las represalias del mismo protestantismo contra los católicos. Y es que el ser humano lleva dentro la semilla de la destrucción y de la guerra, y no hay religión ni filosofía alguna, que puedan controlar ese afán por el poder y por lo ajeno. Quizás los instintos animales son tan fuertes, que vulneran hasta las creencias más recalcitrantes. Respecto a las tiranías, aún perviven en nuestro mundo actual, y supongo que siempre existirán, pues cada vez que la humanidad avanza un paso, algo ocurre para que retroceda dos.
ResponderEliminarTanto Séneca como Tomás Moro, tuvieron que lidiar (hasta morir) con los “angelicales” Calígula, Nerón y Enrique VIII, dotados todos con el cetro del poder absoluto. Es difícil que nos podamos hacer a la idea, desde fuera, de lo que pudieron llegar a sufrir tan grandes sabios.
Para quitarnos un poco el resabio de la pena, ese epigrama sobre el juicio griego ha venido que ni perfecto, y además ni se ha pasado de moda, porque últimamente los jueces sí que parecen necesitar audífonos, jajaja.
Saludos y buena semana.
Hola Mayte, gracias por el comentario. Yo sigo pensando que el cristianismo fue algo que realmente iba más allá del estoicismo, porque lo asumía y respondía a lo que el estoicismo no respondía bien: la intuición de la trascendencia. Verdaderamente el cristianismo no quería poner fin a los males de una sociedad, porque sabe que no se puede. La salvación es en primer lugar personal. Las Cruzadas y el Santo Oficio son temas muy complejos, en los que no me veo competente para comentar, porque se juntan ahí muchas cuestiones históricas. Saludos.
ResponderEliminarHola de nuevo, José manuel, sí, son temas complejos, a lo que me quería referir, es al hecho de que el cristianismo vino a intentar salvar al hombre del hombre mismo, de su naturaleza cruel y feroz, pero el hombre es hombre, sea cristiano o no, y no siempre el hábito hace al monje; las ideas de por sí no nos cambian si nosotros no queremos cambiar. Ciertamente, la sociedad evolucionó a mejor, pero también tuvo sus épocas de retroceso, por eso te comentaba lo de las Cruzadas,la Inquisición o las persecuciones religiosas, porque fueron fenómenos cristianos, pero donde se retomó esa naturaleza cruel que justamente el cristianismo de los inicios pretendía erradicar. Bueno, yo hablo desde una perspectiva alejada de unos y otros, quizás, porque no te miento, no soy creyente, pero sí fui educada como católica; aunque bueno, es mi humilde opinión, tampoco soy una erudita en la materia precisamente.
ResponderEliminarBuenas noches.
Gracias por la precisión, Mayte, estoy de acuerdo en que es una salvación personal de esa naturaleza caída que siempre está ahí. Luego, el cristianismo es asumido por personas que pertenecen a un momento histórico que tiene leyes y costumbres que pueden no ser lo mejor, pero esto habitualmente se percibe después: para los que están en aquel momento, aquello parece bueno. Habría que particularizar más y con datos, pero eso es algo que va más allá de este blog.
ResponderEliminarSí, por supuesto, José Manuel, los cruzados luchaban por defender su fe, y creían que si había que matar para conseguirlo, eso era lo correcto, y lo mismo en los otros ejemplos que pongo. Desde luego que las ópticas cambian a lo largo del tiempo, y lo que antes se veía bien, hoy no se ve de igual manera, porque afortunadamente, el derecho y el respeto a la vida humana es algo que ha cobrado sentido desde épocas relativamente recientes, aunque todavía se siga vulnerando, por desgracia. Bueno, dejaré de responder a los comentarios, porque es un tema que me parece muy interesante, pero estamos llenando tu blog sólo con esto, jeje. Me gusta intercambiar opiniones, e incluso crear una cierta polémica, pero sin extenderme tanto, que quizás acabe resultando hasta molesta. Si así hubiera sido, discúlpame, por favor.
ResponderEliminarSaluditos y buenas tardes.
Bueno, la cosa puede alargarse mucho. Como todo tema ético, y además histórico, hay que contar con muchos datos. No te preocupes por los comentarios. Intento que el blog sea principalmente literario, con derivaciones hacia el pensamiento.
ResponderEliminarSaludos.