Fue en el AVE. A mi lado se sentó un chico que canturreaba, pero no cualquier tonadilla: seguía una partitura en su tablet y emitía una melodía segura, aunque a un volumen mínimo, como el que sabe controlar el sonido. Un profesional, vaya.
-¿Eres tenor?
-Contratenor.
El único papel de contratenor que conozco, es el de la Pasión según San Mateo, de JS Bach. De ahí que me dejara en suspenso (por mi ignorancia), ¡un contratenor!, y yo con estos (inexistentes) pelos.
El AVE llegaba ya a su nido, y dio poco para un diálogo que, de haber sido atacado antes, hubiera dado bastante de sí. Pero al terminar, y hablando de técnicas de respiración y relajación para cantantes e instrumentistas de viento, vino a darme una preciosa metáfora:
-Sí, cuando consigues una buena técnica es tal el alivio que te da la impresión de que toda tu vida has estado caminando con zapatos tres tallas menos.
Eran las 23:00, nos despedimos, él quizás tomó un taxi, y yo me dirigí hacia la entrada del metro con la metáfora atravesada en las neuronas: también pasa en la escritura, se escribe mejor -con más gusto, más seguridad- con un poquito de técnica.