Me pregunto qué pasaría si una mamá dejara pasteles por toda la casa. Pongamos que de una percha del ropero colgara una trenza de pasta panadera con anisetes; que hubiera que apartar las tartaletas de queso con arándanos para acomodarse en el sillón; que una hilera de bombones descansara sobre el marco de cada cuadro... bancarrota a manos del dentista y del tapicero, una vida dulce pero corta... seguro que hasta Epicuro le tiraría de la oreja a esa mamá.
Los placeres espirituales ahorran los efectos colaterales que propinan los materiales. La materia se parte, el espíritu se comparte... y nunca se agota. Por eso, hay mamás que, habiendo ascendido unos peldaños más por la escala platónica de los placeres, han cambiado las fantasías del azúcar por las de la cabeza y el corazón. Y así, dejan libros por toda la casa, y de la percha del ropero cuelgan las Aventuras de Huckleberry Finn, por los sillones sopla El viento en los sauces, y sobre el marco de aquel cuadro alguien Blanca como la nieve, roja como la sangre espera al joven lector.
Lo pensaba la leer un post del interesantísimo blog leer.es. Lo recomiendo... o como diría una mamá más sabia, lo releyendo.
Realmente interesante. Vengo de darme una vuelta por la página, y tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarMuchas gracias, Armando, me alegro de que te pueda ser de interés.
ResponderEliminarTambién he acudido. El problema es que algunos tenemos el principio de entropía metido en cada cromosoma. Para nosotros el orden es bello... pero tan inalcanzable como las ideas de Platón.
ResponderEliminarAy... sí, pero bueno mejor que esté allí delante, brillando para que podamos dar algún pasito hacia él. Saludos Rafael
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