La terminé. En la anterior entrada hablaba de lo contingente que es la lectura. Me pasó con En lugar seguro, de Stegner. Ya me gustaría volver a leerla, sobre todo esa parte final, de un tirón, que se me fragmentó con las mil pedradas de la vida. En fin, no hay marcha atrás para nuestro río, Heráclito. Bueno, no es para ninguna tragedia, todo es aprender y tomárselo con humor.
Y de algún modo esta novela tiene que ver con esto del tiempo implacable que avanza, y del ritmo humano que le vamos poniendo, precario, acelerado o moroso, y tantas veces más allá de nuestro deseo. Me gustó este modo de narrar de Stegner, muy bien dirigido por la voluntad de contar, yendo a lo que le interesa al narrador, dejando al lector a veces un poco rezagado, sin algún dato, para que corra a unirse al pelotón cuando unas páginas más adelante se entera de lo que quedó tensamente suspenso.
Contar la vida es siempre elegir, desestimar, podar, con un poco de inseguridad con respecto a lo que es verdaderamente importante, y con la apertura a lo que todavía no ha terminado, a alguna revelación, y que podría cambiar la narración si continuase. Y los finales abiertos hablan de esto.
Pero hay que contar, asumir el riesgo. Y Stegner lo hace, y muy bien.