Hay cosas que solo salen a la segunda o a la tercera. A mí me ha pasado con Flannery O'Connor: llevas años rodeado de admiradores de la escritora, conoces bien las portadas de sus libros, títulos, comentarios, incluso te aventuras a leer algún relato. Pero nada. Se lo achaco a esos imponderables de la vida, que hacen que no seas la persona adecuada en el momento oportuno. Pensabas que te subías al coche de bomberos en el tiovivo, y realmente era la jirafa. En fin, un desencuentro de tantos, una asimetría más entre expectativas y hechos. Llegó a preocuparme un poco. Pero tampoco hay que darle mucha importancia, es condición humana; y además, con un poco de paciencia, las cosas se reordenan, y a la siguiente vuelta sí que es el coche de bomberos, o algo todavía mejor, por ejemplo la casa de Blancanieves.
Bueno, tomé los cuentos completos de O'Connor, el de la portada con la niña famélica, y me leí el primero, el del geranio. Iluminación. Ahora sí. Las ruedan dentadas de la lectura encajaron bien: se me reveló un mundo y una voz. Creo que estaré un buen rato en el tiovivo.