Llevaba días de un íntimo gozo. Al acercarme a la avenida Blasco Ibáñez, a su alameda central, veía esa alfombra de sueño, perspectiva saturada de lila, de la flor del jacarandá. "Tendré que escribir algo", pensaba. Y yo pasaba, como en el poema de Yeats, pisando levemente, para no herir el sueño. Y pasaban los días.
Hoy, he asistido a un recital de poesía. Algunos chicos de doce años de mi colegio, se habían preparado algunos poemas. David, el profesor de música -un artista excepcional- improvisaba desde atrás del poema, como si estuviese abriendo una ventana que trajera aún más luz. Un acompañamiento minimalista, que me recordaba a Satie. Y entonces salió un mozalbete y leyó: Vaivén, de Rafael Alberti:
Por la tarde, ya al subir;
por la noche, ya al bajar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
¿Es azul, tarde delante?
¿Es lila, noche detrás?
Yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el pájaro serio canta
por la noche, ya al bajar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
¿Es azul, tarde delante?
¿Es lila, noche detrás?
Yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el pájaro serio canta
que es azul su azulear
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el mirlo liliburlero,
que es lila su lilear;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Ya nieve azul a la ida,
nieve lila al retornar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el mirlo liliburlero,
que es lila su lilear;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Ya nieve azul a la ida,
nieve lila al retornar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Y yo me encontré mi texto ya escrito, mientras escuchaba los versos y la música, y mis pies, no sé cómo, pisaban suavemente, el sueño del jacarandá.
Ha sido una casualidad encontrar hoy - gracias a Aquí Ágora - este blog... Últimamente paseo bastante por el jardín central de Blasco Ibañez y siempre piso "suavemente" mientras disfruto de esa belleza... hoy incluso me he entretenido un poco más y después de la lluvia, la he intentado guardar en una fotografía. Así que me ha encantado leer tu entrada y el poema de Rafael.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por la lectura, y a los jacarandás que nos regalan estas cosas.
ResponderEliminarLos jacarandás ¿son esos árboles que sueltan ahora sus flores lilas hasta formar una alfombra suave sobre el pavimento?
ResponderEliminarMe contaron que una vez le dijeron al maestro Rubén Darío:
-"mire maestro..."
-"¿Qué quieres que mire?" respondió.
-"Los nenúfares" le dijeron.
Y Rubén pudo contemplar la belleza de esas flores que antes sólo conocía por su bello nombre.
Sí, esos son, Luis. Es bonita la anécdota de Darío, muestra la distancia entre las cosas y nosotros, entre los nombres y las realidades, ¿no? entre otros asuntos.
ResponderEliminar"Llevaba días de un íntimo gozo", es así, qué bien dicho... no son grandes alegrías,ni grandes esperanzas, son pequeñeces que nos hacen encarar mejor el día, que nos dejan así: "íntimamente gozosos". En mi caso es el jazmín salvaje del jardín de al lado. Fíjate que hasta el segundo o el tercer día no me di cuenta de que era eso lo que me ponía contenta por las mañanas.
ResponderEliminarQué cierto, Cristina, será esa necesidad de estar abiertos al mundo, de dejar regalarse sin esperar grandes regalos, que luego resultan ser los más grandes.
ResponderEliminarCuriosa palabra. Yo siempre la había pronunciado como llana y entonces me parecía más correcto el femenino (la jacaranda). Aún me cuesta pronunciarla como aguda, pero así, ya me parece más adecuado el masculino. En cualquier caso, tengo la suerte de tener un jacarandá en mi jardín que me permite disfrutar de esa suave alfombra lila.
ResponderEliminarTienes razón, Carlos, parece ser que en España decimos la jacaranda, y en Hispanoamérica, el jacarandá. Como el poema de Alberti utilizaba la acepción hispanoamericana, la adopté. Pero yo también decía jacaranda.
ResponderEliminarPues qué suerte tener una/uno en tu jardín.
Te debo lecturas.