Tras una semana de junio, de esas que los docentes afrontamos sin sustancias dopantes, con la entereza de los 300 de las Termópilas, dábamos un paseo desengrasante mi amigo Carlos y yo por el antiguo cauce del río Turia. Desde hace ya años es un fantástico jardín itinerante. Era domingo por la mañana. Reparamos en un saxofonista negro que tocaba sentado en el respaldo de un banco. Seguimos adelante, y echamos un vistazo en la Feria alternativa, cien metros más allá: hamburguesas vegetales, pachuli, marroquinería, brebajes, camisetas, chales, puestos de medicina china... -"¿Y si volvemos a ver al saxo?, -"Vamos".
Se llama Richard Kobena, de Ghana, profesor de danza africana, músico. Habla muy bien castellano. -"Richard, espérame, que voy a casa y me traigo el saxo, veinte minutos", -"Muy bien".
Y allí estuvimos con su saxo alto y mi saxo tenor, improvisando lo que se nos ocurría sobre temas conocidos. Amazing Grace nos salió especialmente bien. Siempre he pensado que los parques deberían ser sitios donde la gente pudiese expandirse y ofrecer algo positivo -si lo desea- a los demás. Un lugar aparte de lo económico, de peajes innecesarios al Estado, de la política, y regido por lo razonable, lo solidario, lo cívico, lo familiar y lo natural.Era una maravilla ver tantos niños por el río, algunos pequeñajos hasta se acercaban con su mamá a nuestro dúo, llevando el compás.
Richard tiene un grupo de d'jembes (tambores africanos), ¡así que pronto la vamos a montar! Igual me dejo crecer unas rastas. Atentos.