Fue ayer, hablaba con un amigo. Me decía que estaba emocionado con lo que estaba descubriendo en el último apartado del Catecismo de la Iglesia Católica: "La oración cristiana". Y que se le había quedado en la memoria una frase: "Lee para buscar, medita para encontrar". Luego he estado hojeando el catecismo y todavía no me he hecho con la fuente exacta. Ya saldrá.
Cuando se fue mi amigo, me vinieron a la mente mis alumnos: ni leemos con ellos, ni les enseñamos a meditar (ya sé que estoy exagerando). Por eso ni buscan ni encuentran. Se aburren.
Con la lectura podríamos incitarles a buscar, a adentrarse en el misterio de la vida; con la meditación, con el "hacerlo propio" de la lectura reflexionada y dialogada, podríamos ayudarles a asumir con libertad y responsabilidad lo que, sin saber, buscan. Que buscan con la pasión de esa edad contradictoria y transparente, pasión que quizás ya no volverá en el resto de sus vidas.
Sí, estoy un poco indignado.