AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



lunes, 4 de julio de 2011

La niña de las coletas

Niña de las coletas

La "Niña de las coletas" es una escultura del artista José Esteve Edo. Nacido en 1917; es mi amigo, pero hace tiempo que no le veo. Un hombre menudo, puro nervio. Se fue a Grecia a aprender, conoció a Giacometti, a quien le llamaba maestro. Participó en varios coloquios sobre arte de la Fundación Mainel. Estuve varias veces en su taller: un lugar mágico.

Casi cada día paso por delante de esta escultura en bronce. No es una niña, más bien es una adolescente. Está leyendo, o quizás ha dejado el libro en su regazo, para meditar algo que acaba de leer. La figura rompe dulcemente la estricta simetría en varios puntos. Es una adolescente estilizada, elegante. 

¿Qué está leyendo? No lo sabemos, pero parece que la lectura y la meditación tienen parte en ese difícil abandono de la infancia, en ese difícil y lento ingreso en la edad adulta. Esteve Edo, ¿nos dice quizás que es importante que el joven o la joven descubra su intimidad, que la lectura es un buen camino? ¿que la buena lectura modela armónicamente la personalidad, que en ella se pueden encontrar ejemplos de equilibrio, de horizontes que hacen levantar la vista, que estilizan a la persona, que exige silencio, autoposesión?

Al menos, la "Niña de las coletas" me lo dice a mí.

Imaginad que en vez del libro abierto tiene entre las manos una blackberry. Duro de imaginar. Sería una sarcasmo, una violenta ruptura entre "tema actual" y forma escogida. Terrible lo que nos puede estar diciendo esa imagen hipotética: están perdiendo la lectura nuestros jóvenes, ¿qué les estamos dando en su lugar? Qué difícil, entonces, el equilibrio, la intimidad, la armonía, el silencio, la autoposesión para darse a los demás.

D. José esculpió mucho, va para los cien años. En una parroquia a la que suelo ir a Misa, hay varias esculturas suyas en madera. En una de ellas, en la del fraile San Pascual Baylón, esculpió su propio rostro. Cada vez que voy, me parece que me mira, y me acuerdo de él. Y de la "Niña de las coletas". Y de su fantástico taller. Y de que hay algo que no podemos permitirnos perder.