Lo descubrí escribiendo Leer o no leer: sólo escribes bien sobre lo que conoces bien. Sí, no es un descubrimiento revolucionario, pero depende del marco en que lo encuadremos: toda revolución se da en uno. En el de mi vida lo ha sido. No es fácil el camino personal en un marco social donde hay constantes empujones a actuar, y por lo tanto a ser de mil modos. En el asunto de la escritura, es tal la diversidad, contradicción y cantidad de grandes referentes, de temas, de sugerencias y presiones ambientales, que es fácil perder la voz interior, la única que debe ser escuchada y seguida por encima de todas las demás. No lo planteo como una oposición, sino como un orden, una jerarquía.
A veces da pereza, otras miedo, empuñar el teclado del ordenador siguiendo a esa voz interior... o ese silencio -todavía da más pereza, o más miedo-; siempre es más fácil seguir escuchando lo que está fuera, como si nos fueran a pasar las respuestas en una chuleta a mitad examen.
Y paradójicamente, sólo sabes qué conoces bien, poniéndote a escribir. La escritura tiene esa virtud revelatoria. El teclado se convierte en la varita del zahorí. La escritura, si se la deja seguir su instinto, tira, como la cabra, al monte. Me acuerdo ahora del monte como símbolo del cielo, de la altura, de la felicidad, de la intimidad... que ya decían Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Y todo es un círculo virtuoso.