Lo he terminado (La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa), y tengo mis reparos para hacer una crítica: ha sido una lectura muy fragmentaria, muchas veces a última hora del día. Sospecho que se me han escapado varios de esos momentos que sólo vienen cuando lees un buen rato, de tirón, y te has olvidado del mundo circunstante, y entonces el texto te lanza su conjuro. Pues se me han escapado todos.
De todos modos, ha habido momentos especialmente bonitos: algunos en los que me ha admirado la capacidad de la autora para mostrar la belleza de las matemáticas, y me quedo con esos brillos de belleza nueva para mí. Por otro lado, creo que en algunos pasajes la profundización en las matemáticas es excesiva, la pasión en la protagonista poco verosímil, el asunto del béisbol un tanto extralimitado, el tema de la viuda muy en el aire, y el final... no sé, no lo veo redondo.
Igual es que se trata de un modo de narrar oriental que todavía no me captura. A mi gusto, le falta un poco de temperatura para ser una novela que busca un público amplio y que cuenta con elementos, a priori, tan jugosos y arriesgados.
Creo que acabaré de aclararme cuando vaya a comer a un restaurante japonés.