Acabo de leer una noticia sobre la campaña de Navidad de Coca-Cola: la verdad es que no he entendido mucho qué es lo que se pretende con lo de "intercambiar regalos". Supongo que es una iniciativa altruista, pero en cuanto he comenzado a leer la noticia me he perdido -también me pasa con las películas de intriga con guión pretencioso-. En esta noticia se dice algo de un "almacén virtual de ilusión" -no estaría mal analizar cuántas figuras retóricas hay en este sintagma-, y me hace pensar en si no es la crisis lo que hace poner la proa hacia los grandes almacenes virtuales, cuando el bolsillo empírico no está para hacerse muchas ilusiones.
Pero bueno, sobre todo me llaman la atención los tres eslóganes de la campaña: "La ilusión no se crea, ni se destruye, se intercambia", "Busca la felicidad de los demás y encontrarás la tuya" y "Haz click en el corazón de alguien". El primero es un travestismo de la Ley de conservación de la energía de Lavoisier, el tercero me hace pensar en un corazón virtual, y el segundo es el que me parece especialmente interesante. Seguramente porque es una máxima moral, suscribible por varias grandes tradiciones culturales; y -aquí viene la razón poética y el efecto de extrañamiento- porque su presencia entre las otras dos me hace imaginar un profeta entrando en un McDonald's.
Bien, me gusta la Coca-Cola y me gusta que las máximas morales universales ampliamente compartidas resuenen con la fuerza contundente de la publicidad en medio de un ambiente postmoderno culturalmente relativista. ¿Qué más se puede pedir?
Pero ya digo, no he entendido muy bien de qué va la campaña.