Hablemos un poco de política... cultural. Me refiero a tendencias que, sin duda, no siempre se dan en actuaciones concretas -sobre todo cuando hay gestores con verdadero sentido prepolítico y metapolítico-. La cuestión es el diverso modo de encarar la cultura desde la izquierda o la derecha.
El problema de la izquierda es de identidad: identifica la cultura consigo misma: o hay identidad entre cultura y propia ideología, o no hay cultura posible. De ahí las continuas rigideces de sus actuaciones.
El problema de la derecha es de visión: no ve la cultura porque no acaba de entender qué trascendencia puede tener el asunto. Cuando ejerce el poder público en cultura suele subcontratar a gestores de la izquierda, con lo que se suelen cocinar unos potajes considerables.
Sea unos u otros, sería de agradecer que los gestores políticos reconocieran los límites de su trabajo -la política es una dimensión humana más, y tiene el vicio ideológico de metastasiarse por toda la vida humana-, y dejaran que la propia cultura les trascendiera. La cultura es cercana, rica y plural. La política es un servicio.
Entre unos y otros, la cultura por barrer.