Me encuentro en www el siguiente consejo de la escritora Esther Freud:
Confía en el lector. No es necesario explicarlo todo. Si conoces algo a fondo, y le insuflas verdadera vida, el lector también llegará a conocerlo con esa profundidad.
Yo lo llamaría la vía natural de la escritura. Tendemos a complicar las cosas que queremos hacer bien; una complicación que, por cierto, las encorseta, les roba el aire, las desarraiga.
No tengo nada en contra del cultivo del bonsai; incluso una vez tuve uno. Me lo regalaron por reyes, sin manual de instrucciones, y ciertamente yo tampoco busqué uno. El bonsai aguantó estoicamente mi indiferencia, mi ignorancia culpable, mi olvido casi sistemático. Pero dos meses de ausencia estival pudieron con su ataraxia milenaria oriental. Y se secó.
De mi difunto bonsai saco dos metáforas al cuento del consejo de Freud:
1, cuando veo un árbol, creciendo a su aire, sin intervencionismos orientalistas, pienso que hay que confiar más en el buen sentido de la vida misma. Lo antinatural acaba siendo una carga, y una tragedia -véase el párrafo anterior-. Todo árbol es un bonsai que conoció su liberación ya de pequeño. Toda escritura debería fiarse del germen de crecimiento y desarrollo natural que encierra en sí.
2, celeblo esclitol bonsai, liblo bonsai, celeblo lectol bonsai; ¿tú entendel?