I.
-Doctor, doctor, he leído No puedo olvidar tu rostro, de Mary Higgins-Clark.
-¿Qué es lo que se nota?
-No sé... es difícil de describir, como si me hubiera tragado tres kilos de algodón de azúcar, ¿sabe? un regustillo a fresa sintética en el paladar que no se va.
-¿Y luego muchas ganas de comer?
-¡Efectivamente!
-No se preocupe entonces, es el proceso habitual. Mary Higgins-Clark es novela champú, te lava la cabeza, y luego a otra cosa. No se obsesione, no le busque tres pies al gato, simplemente hay que ajustar el tipo de lectura al libro concreto. Ahora léase Los hermanos Karamazov, de Dostoievsky, una sesión cada ocho horas: es material extremadamente sustancioso. Si nota que se marea en algún momento, déjelo con mucha calma, y simultanéelo con Por siempre mía, de Higgins-Clark. Un buen lector ha de adquirir hábitos de inteligencia, sensibilidad, autocontrol, humor.. una cuestión de equilibrio.
-¿Cree que alguna vez lo conseguiré, Doctor?
-¡Claro!
II.
La verdad es que es adictiva, hay que tener cuidado. Pero ha sido todo un redescubrimiento: acabada la novela, cierro los ojos y me viene a la cabeza Los ángeles de Charlie, Falcon Crest, glamour, psicópatas, series televisivas y tú con la modorra de sobremesa, la esquina de Madison con la Quinta, "tiene derecho a hacer una llamada a su abogado", giros inesperados de último segundo, "¿Salimos a tomar unas pizzas?, OK, Lou, desvía las llamadas a mi contestador, ¿quieres?", oigo los últimos vagidos de los Bee Gees, Thriller de Jackson... y todo aquel universo de modernidad USA que venía en los 80's. Una vuelta a todo aquel mundo pre-teléfono móvil y pc, que hace que para mí Higgins-Clark esté mucho más cerca de Agatha Christie y Wilkie Collins que de los best-sellers de ahora.
III.
Un buen champú no es cosa que despreciar. Pero tampoco se trata de coleccionarlos.