Cuando escribo estas líneas todavía es domingo. El adverbio del domingo es "todavía"; el domingo comparte esencia con las botellas a un cuarto, con las lunas sin brillos de los escaparates, con la calma antes de la tormenta. Sé que exagero. El lunes no tiene por qué ser tormentoso. Pero comparte esencia con la botella de gaseosa recién tapada a presión, con los excesivos brillos de todo, con algo de ese escenario dinámico e imprevisible que Joseph Conrad cuenta en su trepidante y breve novela Typhoon -Tifón-.
El adverbio del lunes es ¡ya!, y después de este prolongado domingo navideño, es ¡ya, ya, ya!, ¡todos a sus puestos!