I.
Muy poca conciencia solidaria, indiferencia hacia instituciones, olvido del medioambiente, gran inseguridad ante el futuro… y mucha música, tv, ir de bares, salir de marcha, ir al cine, ¡leer!, videojuegos… Triunfa el hedonismo. Y lo más valorado, la familia. Hay que dedicar un poco de tiempo a esto para entenderlo.
II.
Cuando una situación es muy negativa, se te suelen ocurrir medidas drásticas. Y es una equivocación. Son impracticables, y acabas en una desesperación mayor. Quien aún tenga utopías en la cabeza, que lo intente. Yo no. Me gustan las soluciones cercanas, las de personas vinculadas cordialmente con el problema. Piensa globalmente, actúa localmente: inteligencia que llega lejos, actuación que queda cerca. Me tranquiliza que el que hace lo que puede no está obligado a más; acaba cansado, pero satisfecho. El pensamiento que desconfía de la actuación personal, del bien que puede ser hecho aquí y ahora, que lo espera todo de técnicos estatales pagados con los impuestos, no me inspira confianza.
III.
Hedonismo individualista y alta estima de la familia. “Sí, porque quieren que su mamá les siga haciendo la cama y el cocido”. Bueno, sí. Pero creo que hay algo aprovechable ahí. El hedonismo es signo de esa inflación de estética en que vivimos en Occidente. Desconectada de la ética. No echemos la culpa a los jóvenes, esto viene del romántico Schiller, como mínimo. Y algo les habremos legado a los jóvenes, ¿no?
IV.
Propongo una perspectiva que no quiere ser exclusiva ante este problema complejo: creo que la estética es un gran punto de partida. “Su estética es la del sentimiento básico y saturado, la de lo transgresor, las sensaciones extremas, la novedad constante a todo coste…” Vale, pero también valoran la armonía, el orden, la proporción, la luz, la limpieza… es lo que sus mamás ponen cada día en su casa, ¡y no se van de allí! El problema es que los adultos hace tiempo que fuimos abandonando la conexión entre estos elementos básicos de la estética cotidiana, y sus correlatos en la armonía, orden, proporción, luz, limpieza éticas; y la persona quiere vivir, de modo natural, esa unidad. Les legamos nuestras esquizofrenias en la familia y en la escuela. Aprovechemos esa valoración positiva que hace el joven, tengamos el valor de vivir la unidad entre estética y ética, de mil modos cotidianos. En esa distancia corta se juega la mejoría.