I.
Hay un breve pero poderoso libro que hace casi ya una década que me acompaña: La ética de la autenticidad, del filósofo Charles Taylor. Para mí es un vademecum, un kit de primeros auxilios intelectuales, una navaja multiuso para la escritura sobre ideas. Siempre cerca.
II.
Reflexionando sobre el problema de identidad que revela el Informe Jóvenes Españoles 2010 de SM he vuelto a él. Su capítulo IV "Horizontes inescapables", recuerda un hecho hermenéutico fundamental:
Solo si existo en un mundo en el cual la historia, o las exigencias de la naturaleza, o las necesidades de mis congéneres, o los deberes de la ciudadanía, o la llamada de Dios o algo más de este orden importa crucialmente, puedo definir una identidad para mí que no sea trivial. La autenticidad no es la enemiga de las exigencias que emanan desde más allá del yo; supone tales demandas. pp. 40-41 (The Ethics of Authenticity, Oxford University Press, USA, 1991, traducción mía).
III.
Mi pregunta es -como educador, profesional, ciudadano-, si estoy comprometido con una presentación de horizontes de sentido que aporten significación sustantiva al proceso de conformación de identidad de un joven. Porque lavarse las manos con el agua del todo vale -donde el mero voluntarismo de la elección sería lo único fundante de identidad-, es una conducta irresponsable y nociva. Y no hablo del dilema entre una double cheese-burguer y un Confit de canard -que ya daría para un debate suficientemente identitario-, sino entre opciones que generan felicidad o angustia vital.
IV.
Pues eso, y creo que la lectura de Ética de la autenticidad es una ayuda impagable para orientarse en este momento cultural, apasionante.