I.
No es fácil el enfoque comunicativo del libro: habla un Papa, pero no lo hace ex-cátedra; dice lo que dice en el formato entrevista, respondiendo a preguntas complejas formuladas en el tono y el nivel de profundidad propio del periodismo; sabe que leerán sus respuestas católicos, cristianos no católicos, no cristianos, ateos, indiferentes... (quizás algún extraterrestre... ¿por qué cerrar esa posibilidad?). El cóctel de variables, matices a tener en cuenta, y posiciones firmes, hace de este libro un texto con un nivel de "afinación" cultural, moral y sapiencial como muy pocos en este mundo nuestro, radicalmente plural, complejo y siempre abierto al malentendido -bien o malintencionado-; donde descubrir el lenguaje del otro, entenderlo en sus propios términos, ya es un triunfo; y encontrar puntos de encuentro, y precisar las diferencias o imaginar posibles realizaciones, es el bingo absoluto.
II.
Todo un ejercicio de identidad: creo que no se puede leer este texto sin sentirse, como lector, interpelado por la pregunta por la propia identidad, porque percibir la honda figura personal de Benedicto XVI a través de sus palabras, saberse comunicando ahí, supone que tú estás simultáneamente percibiendo tu figura personal a ese nivel de finura en la que el entrevistado se desenvuelve; y entonces habrá sintonía o discrepancia o apertura de nuevas perspectivas... cada lector sabrá. Hay escritores que te hacen sentir inteligente cuando los lees. Te pulsan el "on". Este es uno.
III.
He tomado notas: lo que más me ha interesado, como católico y escritor, ha sido esa llamada a comunicar mejor la esencia de la identidad cristiana, a encarnarla.
IV.
Que lo diga él:
"Por tanto, debemos procurar decir realmente la sustancia en cuanto tal, pero decirla de forma nueva. El proceso interior de traducción de las grandes palabras a la imagen verbal y conceptual de nuestro tiempo está avanzando, pero aún no se ha logrado realmente. Y esto sólo puede conseguirse si los hombres viven el cristianismo desde Aquel que vendrá. Sólo entonces podrán también expresarlo en palabras. La afirmación, la traducción intelectual, presupone la traducción existencial. En tal sentido son los santos los que viven el ser cristiano en el presente y en el futuro, y a partir de su existencia el Cristo que viene puede también traducirse de modo de hacerse presente en el horizonte de comprensión del mundo secular. Ésta es la gran tarea frente a la cual nos encontramos".