Cada tarde, al terminar las clases, Borja, un alumno de 1º de Bachillerato, riega su pequeño patatal y su plantel de lirios. Al pasar por ese rincón del colegio, unos metros cuadrados de tierra agreste, recuerdo la frase de Cicerón, en De Officiis: "La agricultura es la profesión del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre". Estuvo colgada muchos años de la puerta del despacho de mi padre. Allí me encontré con Cicerón por primera vez.
Borja rellena una botella de un balde cercano, y la vacía sobre cada mata. Yo observo ese ir y venir. Lo que más me gusta es el silencio y la concentración que envuelve su empeño. Liberados, él y yo, de un día más de palabras, palabras, palabras... como responde Hamlet a Polonio, nos entregamos a este rito liberador, casi hipnótico, donde él oficia y yo contemplo.
Parece que la primavera ya es una afirmación sobre el paisaje. Los naranjales salpican con el azahar blanco, que más que nunca me parece silencioso. Como si acabara de caer en la cuenta de que el silencio siempre ha tenido ese color, o que el azahar no puede ser más que intimidad.
Borja no sabrá nunca de Cicerón en las aulas. Es "de ciencias". Pero hace tiempo que sí sabe, sin saberlo.
Yo quiero un huerto.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Hace tiempo tuve un rosal pero se me secó.
En mi habitación no entra la luz, que si no...
¿A que sí? Algún día habrá que hacerse con uno... o con un poco más de luz: así tener una rosa, y ser un poco el Principito.
ResponderEliminarDice un proverbio japones algo parecido a esto: "el que quiera ser feliz un día, embriáguese; el que quiera ser feliz una semana, cásese; el que quiera ser feliz toda la vida, hágase jardinero". Es posible que sea un poco discutible pero va en línea con tu entrada y explica seguramente los magníficos jardines que tienen los nipones.
ResponderEliminarMe gusta mucho el proverbio; yo también discutiría algo, lo de la embriaguez, pero ya se ve que los japoneses en el fondo también, puesto que es más conocido su país por sus jardines que por sus borrachos.
ResponderEliminarBueno, también discutiría lo de la semana de matrimonio -no me había fijado-; pero sigo dando el mismo argumento: su indiscutible arte jardinero desmiente las otras dos "felicidades".
ResponderEliminarMi abuelo Pedro tiene hoy 86 años de los que aproximadamente 55 habrá estado de sol a sol trabajando en el campo. Tampoco sabe quién fue Cicerón, aunque en el fondo sí que lo sepa...
ResponderEliminarPor cierto José Manuel, he visto que la Editorial Gredos tiene publicada bastante de la obra de Cicerón: ¿alguna recomendación para empezar?
Un abrazo,
Juan Pablo
P.D.: Ayer terminé de leer Ana Karenina, llevabas razón, ¡impresionante!
Me alegra mucho todo lo que me dices, Juan Pablo. Sí, conozco la colección de Gredos, es muy buena. De Cicerón, puedes empezar por "Lelio, o sobre la amistad", un texto fundamental en la tradición occidental sobre la amistad, se lee muy bien. Es un tratado en forma de diálogo. Tiene otro "Sobre la república", y luego las famosas "Catilinarias", discursos en el senado para detener una conjura contra la república, un clásico también del pensamiento político, escrito con la cabeza y el corazón en un momento crítico de la historia de Roma.
ResponderEliminarY sí, Karenina no defrauda. Un abrazo
Recuerdo siempre a Cicerón ...la agricultura es una nota
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