I.
No está en ningún zoo, o tienda de animales, a no ser que miremos hacia el lado de las rejas en que se escucha hablar. Pero no me acaba de gustar la metáfora del "animal metafórico", porque nuestra base animal no es nuestra "base" como personas -por muy animales que podamos llegar a ser-. La he utilizado por su atractivo, y porque en sí, yendo más allá de su apariencia de objetividad científica, no es más -ni menos- que una metáfora.
II.
Y de esa elección de metáforas va el famoso libro de Lakoff y Johnson, de 1980, Metaphores we Live By. En castellano se tradujo por Metáforas de la vida cotidiana (1986). Pensé: qué pérdida de fuerza, lo suyo hubiese sido algo como: Metáforas en las que vivimos, o Viviendo en las metáforas, que tienen el impacto que buscan los autores. Y al buscar algo más de información en www, me encuentro con un sabio artículo de mi amigo Jaime Nubiola, filósofo del lenguaje, donde hace el mismo comentario, y reseña muy bien el libro de Lakoff y Johnson.
III.
El carácter experiencial de nuestra creación y uso de metáforas es el alma de este libro, y la verdad del asunto -en mi opinión-. Como dicen los autores, "las metáforas no solo configuran la visión de nuestra vida presente, sino que también establecen las expectativas que determinan lo que la vida será para nosotros en el futuro" (mi traducción). Efectivamente, dices "Esta vida es una porquería", y determinas tu futuro, como mínimo los próximos cinco minutos, a una conducta "poco presentable en sociedad"; en cambio, "Esta vida es un teatro", en el sentido shakespereano, y tu futuro "tiene más futuro".
IV.
Ojo a las metáforas, sobre todo cuando refieren a los demás, porque pueden liberar(nos) o hundir(nos).