Ando traduciendo estos días, a destajo. Hay cosas que necesitan un buen tirón, si no, se eternizan. Y aquí estamos con esta novela inglesa... (dejo el título en suspense hasta que salga publicada). Después del oficio de intérprete, el de traductor posiblemente sea el más extenuante. Intelectualmente.
De un mundo a otro, y viceversa, sine fine.
Un mensajero que se acuesta todas las noches en la frontera.
Menos mal que existen los saxos y los domingos.