Por estos Mediterráneos, septiembre-octubre es esa cola ambigua. Un verano que alarga sus dedos para jugar con el frío, como los niños que se arriesgan con una olla. Las lluvias, pocas, por la espalda; de Levante, razzias de corso berberisco. A los que hemos descreído de pronósticos, nos sorprenden un punto menos -por la familiaridad- que a quienes "ya lo decían" y se preparaban para lo que no acepta, en el fondo, valerosidades.
No sé si se cortó ya la cola, hoy. Llueve. Y las fronteras pueden ser bellas.
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