I.
Un retrato. ¿Los retratos dicen la verdad? Me lo planteaba
al leer esa biografía. Uno tiende a pensar que una biografía debería ser un
texto donde predominaran los datos. Los datos puros y duros. Pero eso no puede
ser y, además, es imposible. Qué datos recoge el biógrafo, y cuáles deja; los
que enfoca especialmente, los que quedan borrosos en los márgenes; y a través
de esas decisiones, corre un tensor firme –si el biógrafo ha sido bueno-.
II.
El retratista ha sido bueno. Uno espera de un retratista
que interprete a su modelo, que saque el genio, el carácter, la esencia… lo que
no se ve. Por eso todo retrato es imposible y, sin embargo, necesario. Las
cosas humanas, al ir a conocerlas, te dicen al final que cierres los ojos; que
te fíes del tacto. El retratista ha sido bueno.
III.
Libros de Julián Marías, he leído unos cuantos: me gustan,
me ayudan. Pensamiento cercano, afinado, abierto, esperanzado. Es un filósofo
de relaciones, de cercanías –como los trenes en los que vas a ver a tus
padres-. Y el retratista vibra con ese estilo y, a su modo, lo refleja en su
propia escritura.
IV.
Un libro ameno, con multitud de anécdotas, bien contado. Y
con una perspectiva cordial, de corazón a corazón. El subtítulo es la llave, y
se abren las estancias del Marías novio, marido, padre, amigo, hijo de Dios.
Cuánto me gustó.
Pd 1: he escrito una reseña más larga en Aceprensa, pero este contenido es solo para suscriptores (para los que seáis; para los que no, recomiendo esta web).
Pd 2: qué tarde ha salido esta entrada, problemas con router y todas esas cosas.