Continúo con la metáfora gastronómica para la escritura: se necesita una nevera y un horno (del horno hablaremos en unos días).
En la nevera se almacena lo conseguido, lo descubierto. El cerebro da para lo que da, y hay que apoyarse en papeles, cuadernos, post-its, ficheros de ordenador... Las musas suelen llevar billetes sólo de ida, alguna hay que vuelve, pero vale la pena invitarla a un refresco mientras se le toma declaración.
A todos nos gustaría escribir directamente desde lo que nos cuenta esta etérea señorita, pero ¿cómo saber si es algo genuino? ¿y qué ocurre cuando vas conduciendo o estás explicando a tus alumnos los participios concertados en la Guerra de las Galias? Pues se garabatea algo rápido, se resume todo mentalmente en una palabra, para volver más tarde, que es como decirle: "Señorita, tenga la bondad de pasar por mi nevera, ahora no la puedo atender".
Mucho material congelado se desecha luego, pero cuando sale algo bueno, ah..., eso lo vale todo. Y suele haber más de bueno que de malo, si se es diligente en este ejercicio de "nevering".