Rilke, como el último de los románticos, era radical. O todo o nada. Por eso, creo que hay que tomarlo con un poco de “soda”, para que sus consejos surtan efecto. Y en Cartas a un joven poeta –donde pone firme al pobre chico-, hace falta una buena dosis. Por ejemplo:
“Nadie puede aconsejarlo ni ayudarlo, nadie. Solamente existe una manera: entre en sí mismo. Descubra el fundamento que lo lleva a escribir, investigue si tiene raíces en el lugar más profundo de su corazón; reconozca si para usted sería necesaria la muerte en caso de ser privado de escribir. Esto ante todo: pregúntese en la hora más callada de la noche: ¿debo escribir?”
Bueno bueno bueno: creo que nadie debería dejar de intentar escribir, aunque no sintiera nada de lo que Rilke preceptúa con vehemencia... al menos al principio. La persona es compleja, también necesita tiempo para descubrir, y descubrirse... Romanticismo sí, pero el justo.