Fue el otro día, en la peluquería. Estaba sonando una de esas emisoras de radio, "remember", de música de los 70s, 80s y 90s, que se deja oír, agradable, que "todo el mundo" conoce. Bonney M cantaba "Daddy Cool", y me parecía que aquello resonaba con una claridad más que musical, yo diría que cultural, por encima de esa banda sonora, a veces tan anodina, tan irrelevante, de tantas canciones que se escuchan en esta marea ecléctica de nuestros tiempos, tan alejandrinos, sofisticados, herméticos, a veces tan heterogéneos e incomunicables.
En los 80's "todo el mundo" nos balanceábamos al ritmo seguro y entre las melodías nítidas y pegadizas de un canon definido que incluía un puñado de cabezas de serie, y luego una cascada de plotiniana de derivados. Todos tenían su sitio en un orden claro de calidad -otra manifestación de la claritas clásica, vamos-. Eso sí que era globalización. Exagero, pero no tanto.
Es decir, para mí, Bonney M y toda aquella música que han canonizado estas emisoras ya es clasicismo. El tiempo asigna clasicismos a todo. En lo musical, le pasó al jazz: incluso tenemos varias épocas (Dixieland, New Orleans, Bop, West Coast, Cool, Hard Bop...) como la música "clásica". Y las solapas anchas son clasicismo, y las vespas, y seguramente tener un blog, visto dentro de cinco años -no olvidemos la aceleración-.
Miré a mi peluquero y me miré en el espejo: cuando eres capaz de darte cuenta del clasicismo es que, chaval, el clásico eres tú.
¡Pues viva Bonney M!