En 2008 se publicó en castellano el ensayo de Alessandro Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación. Si se quiere leer un ensayo postmoderno, no hay que buscar más, ahí está.
Con Baricco me pasa que estoy habitualmente de acuerdo con él en el cómo, y en desacuerdo en el qué. En esta ocasión también le acompaño un poco más en el qué. Pero bueno, él parte de un escepticismo con respecto a lo espiritual, y yo no. Y eso salta en mi lectura. Así es la vida.
La idea de fondo del ensayo es que los bárbaros ya están culturalmente aquí desde hace tiempo, que incomodan a los que defienden una civilización de grandes monumentos artísticos, literarios, y que bien se puede ignorarlos, aplastarlos o dialogar con ellos. Y que quizás lo más sensato sea el diálogo.
Estoy de acuerdo, Don Alessandro. Pero no veo la cosa a blanco y negro, porque parto de un concepto de tradición dinámica. Para algunos se tratará de dos mundos enfrentados, pero para otros, como yo, también hay que tener en cuenta que hay tradiciones humanísticas que han estado dialogando con lo nuevo y lo bárbaro desde toda la historia -con los problemas que esto trae, y con errores humanos algunas veces-, y que todo está mucho más entreverado.
No se trata de un encuentro entre inmovilistas que viven en los palacios de una cultura exquisita fuera del mundo real, y bárbaros que van a los museos en chándal -chandalismo- y hacen juicios estéticos sobre las categorías "Me mola" o "No me mola".
Siempre algún postmoderno sale inventando una nueva perspectiva, que luego no era para tanto, pero estuvo bien que se nos ayudara a ver un ratito desde ahí.
Es algo más humano, Don Alessandro, más de siempre.