Paloma, la protagonista de El erizo, se ha autoimpuesto una tarea, dice:
"Para Tanegushi los héroes mueren escalando el Everest. Mi Everest particular es hacer una película. Una película que muestre por qué la vida es absurda, la vida de los demás y la mía".
En medio de unas vidas poco razonables, en medio de una familia poco estable, alguien se propone dar cuenta de la situación. Y eso se suele hacer a través de una narración, cinematográfica en este caso.
Da cuenta, da el cuento, da la narración quien se da cuenta: parece que la narración es la forma humana de percibir la realidad humana, y de manifestarla al otro. Toda comunidad sana, o en vías de estarlo, necesita de "dadores de cuenta", de quienes entreguen el cuento de la comunidad a la propia comunidad. Pero el contador tiene la gran responsabilidad de darse cuenta constructiva, no destructivamente. La película que iba a filmar Paloma sufre un cambio radical tras conocer la historia de amor del señor Ozu y la portera.
El temple moral de nuestros narradores no es irrelevante para la salud de nuestra sociedad.